domingo, 17 de junio de 2007

El Negro Fernández.


- Del negro Fernández sabía muy poco. Cuando lo vi por primera vez me pareció un tipo sin mayor relevancia. Un tipo chico, de tez morena, con un diente de oro que de vez en cuando escupía alguna grosería, anillos en sus manos y una cadena de oro con un crucifijo se asomaba entre los botones abiertos de su camisa color mostaza.

Empezó a relatar entusiasmado Martínez. Recién ahí le tomé atención a sus palabras.

- Como te digo, objetivamente no sabía nada de él. Alguno que otro comentario por ahí, pero en realidad nada tan serio, pero no me acuerdo quien me habló de él. Bueno, no importa.

Encendió un cigarro, como para iniciar la conversación.

- Mmm, ahora que me acuerdo, este huevón no era del Wanderers, era de Quillota, del San Luis de Quillota, el equipo este de donde salió el Pato Yáñez. ¿Lo ubicas?. Bueno, la cosa es que estaba un día acá en el bar y se me acerca un viejo chico pasado a piscola, como me vió fumando me pidió fuego.

“- Amigo, ¿me convida fuego?”

- Puta, le acerqué mi encendedor y el viejo encendió el pucho.

“- Gracias amigo.” En eso pegó una mirada que logró capturar todos los rincones del boliche.

“-Se nota que no hay ninguna minita por ahí. Parece que voy a tener que meterme esta caja por el culo”

- Sin que yo le preguntara nada, y sin mostrarle el menor interés, dejó caer una caja de viagra al lado de mi cenicero.

“- Si supiera amigo. Lo locas que he dejado a las minas con esta cuestioncita. Este no es el milagro del siglo, es el milagro del milenio!!!. El otro día no más. Salí de mi local a eso de las 6, y me fui al pub que está en la plaza de Quillota, porque yo soy de allá, ando de vista no más por Santiago. Y como usted sabrá, está lleno de minitas jovencitas, de su edad más o menos, y así todas arregladitas y bien vestiditas y toda esa cuestión. Usted pensará que ni cagando van a pescar a un viejo como yo.

Bueno, el secreto está en esta cajita. Usted se toma la mitad de una pastilla como media hora antes de, ah?, y si lo mezcla con un poquito de copete mejor, así va a sentir como se le sube un calor hasta las orejas, y basta con que le muevan un poquito no más el trasero, y la minita no se salva.”

- Flaco, no podía creer lo que estaba escuchando. Este viejo me estaba dando una cátedra de la decadencia masculina, y todo por que encendió un cigarro y se largo a hablar.

“- Y claro, ya cuando le estay dando a la minita no te quiere soltar po. Y lo mejor de todo es que después entre ellas mismas se pasan el dato cachai, así te vay haciendo de una fama con las minas. Y mírame, así y todo, negro, chico y feo me he agarrao a las minas mas ricas. Incluso, una vez mi hijo, que debe tener como tres años menos que tu, se estaba comiendo a una minita bonita huevón, si hasta le decían la Bolocco, era así rubiecita y blanquita. El huevón este no creía que me puedo agarrar minas como esa, así que un día salimos a tomar algo por ahí los dos, y apenas entré al pub de allá de Quillota, se me acercó una morenaza huevón, oh!! , si todavía me acuerdo la cara de este cabro así pa entro, no lo podía creer...”

- Entonces ahí le sonó el celular, el loco contestó mientras sacaba otro cigarro de la cajetilla.

“- No mijita, si hoy no llego. Tengo pega todavía acá en Santiago, claro, tengo que visitar a tres automotoras todavía, recién ahí me voy. Pasado mañana mijita, ya, pasado mañana nos vemos, chaito. Puta amigo, mi señora que me llama a cada rato. No se queda tranquila aunque le diga que vine por pega. Resulta que yo vendo autos allá en Quillota, y acá hay tipos que me los venden más baratos. Después les saco el doble allá, si total son más huevones los que compran. Las cagas de autos vienen malas, y no se dan ni cuenta cuando los compran, son muy huevones.”

- Flaco es que esa wea no la podía creer. Pero espérate, si la cosa no termina ahí.

Martínez se entusiasmaba cada vez más con su historia. Yo sólo atinaba a escucharlo mientras trataba de arreglar la cojera de la mesa. Se notaba tan apasionado, creo que muy pocas veces alguien lo escuchaba de manera tan atenta. Al menos así lo creía él.

“- Por mi negocio conozco a casi toda la gente de la zona. Mucha gente de plata, muy importantes con sus empresas de chirimoya, naranjas y esas cosas. Así fue como por el año 89, cuando cachábamos que se venían las elecciones y toda esa paja, se me acercó un empresario que era delegado de un partido político nuevo, y me ofreció ser candidato a Alcalde de Quillota. Puta yo lo pensé unos días, hasta que le dije que si. Si con toda la gente que conocía demás podría haber ganado.

Había un puro problema, resulta que yo no había terminado cuarto medio. No quedó otra que falsificar una licencia y presentarla cuando inscribí la candidatura.

Puta si iba todo re bien, hasta que el otro candidato se dio cuenta del chirimoyo este y me mandó a su abogado. Cuando el tipo ese me dijo que por falsificar instrumento público había cárcel entremedio dije que no, ya no. Me retiré de la cuestión no más, eran cinco años y un día por lo bajo por amigo, no ni cagando.”

- Entonces el negro Fernández se tomó su piscola al seco, y como reflexionando me dijo esto, escucha bien flaco, te vay a cagar de la risa.

“- Sabe que amigo, menos mal que me pasó eso. Fue como un aviso de mi flaquito (ahí besó su crucifijo dorado). Yo no me imagino en política, es un ambiente tan sucio, tantas influencias, tantos rumores por las espaldas, no hay valores, no hay moral para nada, para nada amigo. No amigo, la política no va conmigo.”

- Flaco, no me podía aguantar más la risa. El huevón era muy care raja!!! Pero aún así fue notable. Después de un rato, me miró y me ofreció un cigarro.

“- ¿Un cigarrito amigo?”
- Claro que lo acepté, imagínate todo lo que me soltó con un sólo cigarro. “Cómo no amigo, como no” le dije palmoteándole la espalda. Era como un agradecimiento a todo lo que me contó.

En eso llegó Maldonado, puteando los baños y peleando con un tipo que a la pasada le derramó un poco de vodka naranja en su pantalón.

- ¡¡¡Más encima tomando traguitos de mina el huevón!!! Sale de aquí oh...Y ustedes en qué están. Parecen mariconcitos los huevones sentados solos en una mesa, coja más encima la porquería esta.

- Le estaba contando sobre el negro Fernández, ¿tú lo conoces cierto?

- Si, una vez tuve que ir a Quillota, y me lo topé en la cancha de San Luis. El viejo ese estaba aprovechando el partido pa repartir panfletos de su local de autos.

- ¿Y que hacías en Quillota?

- Fue algo de trabajo, nada importante. Si yo te comenté las historias de ese viejo, ¿no te acuerdas?

- Ah verdad, tu me habías contado.

Nos quedamos callados un rato. Con ganas de romper el hielo, Martínez nos miró y dijo:

- ¿Un cigarrito cabros?.

Nos acercó su cajetilla, se venían más temas de conversación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaja el final es magnifico.

Lo bacan es que todo va siendo parte de una historia, me recuerda a esas viejas publicaciones de ocho carillas.

Pulento.

Elenor dijo...

jajajajajajajja notable!!!! excelentes historias, dignas de sucucho! bueno ahora te agregue al google reader, ahora voy a cachar cuando actualizas, pasate por el mio po tb xDD ya filo
nos vemos