viernes, 9 de noviembre de 2007

No fucking, only dancing.


El respirar se hacía pesado. Quizás era la mezcla del humo de cigarro, el olor a transpiración, a ese incienso barato que venden en la feria y que huele tan como la mierda, o tal vez el hedor que despedían las jarras de borgoña. La falta de oxigeno y mi avanzada borrachera se confabularon y se las arreglaron para hacerme olvidar en qué lugar estaba.

Dentro de mi inconciencia había algo claro, ese lugar no era el “Don Tinto”.

Lo primero que me hizo reaccionar fue el sillón donde estaba desparramado. Era un tapizado ordinario de leopardo, y tenía impregnado un repugnante olor a humedad, que seguramente provenía de la mezcla de cuerpos mórbidos tratando de alcanzar algo así como media hora de placer por compasión. El reflejo de la luz roja dio de lleno en mis ojos, todo gracias al espejo que adornaba el techo de mi particular habitación. La mesa de centro, adornada con velas y flores plásticas, conformaba una triste escena decorativa, pobre pero honrada hermana desconocida de vivienda y decoración. Habían algunos vasos medios llenos, una que otra botella de whisky barato y algunas monedas esparcidas por ahí.

Era cosa de esperar un rato y confirmar lo que ya era evidente. Uno a veces es demasiado ingenuo. Más que “ingenuo”, la palabra vendría siendo “idiota”. Por más que las cosas sean claras como el agua frente a tus narices, existe una estúpida esperanza que pretende confirmar lo improbable. Y bueno, yo esperaba no estar en ese lugar, también esperaba no haber hecho las tonteras que realmente hice, pero que más da, tengo el derecho a dudar, aunque las evidencias (tal como dicen en una serie televisa muy buena que he visto un par de veces) hablan por si solas.

Venía Maldonado con la camisa entreabierta, la corbata en la cabeza, aferrado a una descomunal e inconmensurable señorita, de esas a las que debes darle el abrazo de año nuevo desde Octubre. Venían bailando algo parecido a esa cumbia que se escucha en las micros. Esas que cuentan historias de amor trágicas, donde el novio pelea por el amor de su amada a punta de estoques, en medio de la plaza del barrio, esa misma donde han matado a niños y niñas por las peleas de narcos, y donde la policía prefiere no entrar.

El empeño que le ponía mi amigo era notable. En cada acorde restregaba su cara por esos senos morrocotudos, y presionaba ambas manos en ese trasero cuyas formas sencillamente no me parecía humanas. Lo hacía con rabia, con ganas de que algo se le olvidara para siempre. Y ese algo vivía en Italia desde hace ya un par de años. Ese algo seguramente pasaba las noches con el arquitecto milanés que conoció en un congreso por allá en España. Lo más probable es que ese algo se llamara Magdalena. No podía equivocarme, las evidencias estaban de parte mía.

Seguían su baile, él seguía peleando contra sus senos para olvidarse de la Magdalena, y ella ya se había asegurado por lo menos la plata para darle de comer a su hijo por dos o tres días. Para ambos era un negocio redondo, por lo mismo siguieron con sus cosas en la habitación que estaba con la puerta abierta. Entraron y no los vi más.

Mientras giro la cabeza para acomodarme nuevamente en mi delicado sillón, me pareció ver a un par de gringos bailando con una señorita bastante mejor parecida que la de mi amigo Maldonado. Cada uno con un vaso en la izquierda, y con la derecha manoseando la entrepierna de la dama en cuestión. Balbuceaban una que otra palabra en español, pero ese español imbécil que hablan los gringos, ese que sólo concibe los gerundios para expresar las ideas. En eso, la señorita se molestó profundamente. Debo suponer que era porque ninguno había cancelado los servicios correspondientes. Situación que a todas luces hacía que ella estuviera perdiendo precioso tiempo de su trabajo. Tomó las manos derechas de ambos y les dijo en un inglés casi tan estúpido como el español de los gringos. “No fucking, only dancing”.

De que tuvo un efecto, sí, lo tuvo. Las carcajadas de los tipos fueron gigantescas, tanto así, que fueron capaces de despertar a Martínez, quien llevaba algunos minutos reposando en la pieza del segundo piso. Bajó las escaleras algo mareado y subiéndose el cierre como quien lo hace saliendo del baño. Venía con ganas de pelear, de golpear a los que lo habían despertado de su reparador sueño. Cuando venía con todas las ganas de para en seco a los escandalosos, una mano delgada, adornada con anillos y pulseras baratas, lo tomó del hombro y lo devolvió al segundo piso. Seguramente, para ambos la noche no había terminado.

Ya todo eso me parecía muy extraño. Hasta el día de hoy pretendo convencerme que nada fue cierto, que todo era una borrachera más. Pero bueno, volvemos a la estupidez cuando las cosas son evidentemente ciertas. Definitivamente las evidencias ya no estaban de mi parte.

De pronto, siento que mi sillón se desnivela escandalosamente. Giro a mi izquierda, y veo a mi acompañante de turno. Siento sus manos en mis piernas, y veo su cara algo desarmada y sus pechos colgantes insinuándome algo más que un simple toqueteo. En eso, recurrí a la pizca de lucidez que quedaba en mis labios, y articulé una frase que me pareció sencillamente notable, la mejor que me pareció escuchar en toda la noche. La miré a los ojos pintados con sus bordes amarillos, y le dije: “No fucking, only dancing”.

La tomé de la cintura, y fuimos a bailar. Creo que fue lo más sensato que he hecho en mucho tiempo.

viernes, 20 de julio de 2007

Cacarea, Cacarea.


Las historias de Maldonado siempre son algo fantásticas. Sin embargo, la de esa noche sobrepasó todos los límites que se pueden tolerar.

Llegó tarde, como siempre, con ese olor a colonia barata y un cigarro a medio fumar entre los labios. Casi calcada a esa vez en que nos arrojó el diario sobre nuestro partido de dominó, en esta ocasión nos tiró una foto añeja y arrugada sobre nuestros vasos colmados de cerveza.

- Ven esa foto. Miren, reconocen al negro ese de la foto.

Con Martínez miramos de reojo la foto. A pesar de la hora, a pesar de las copas de más y a pesar de que no teníamos muchas ganas de mirar esa cosa, no era muy complicado reconocer que el tipo al que hacía alusión Maldonado era el Rey, Pelé.

- Bueno, si, es Pelé.

- Bien Martínez. ¿Y te fijas que está haciendo?

- Llevando a un niño sobre los hombros.

- Claro, es un niño, ¿Pero te das cuenta quién es?

- mmm, no, la verdad es que no.

Martínez contestó de mala gana y se tomó al seco su vaso de cerveza.

-¡¡¡Soy yo Martínez, el niño de la foto soy yo!!!.

Hay una serie de cosas que entre amigos no se pueden tolerar. Entre esas está el hecho de meterte con la mujer de uno de ellos, negarle el préstamo de dos o tres lucas, arruinar un panorama por que la minita te pone una cara de tres metros, no juntarse a ver un partido importante, en fin, la lista de situaciones que entre amigos no se pueden ni deben tolerar es muy larga. Pues bien, esa noche, Maldonado había atentado en contra de dos de ellas. Por una parte, nos estaba cuenteando con un suceso, que a todas luces, era un burdo fraude. Trataba de sacar partido de una situación fantástica, ilusa, lo que incluso me hacía creerle más a un pastor evangélico de la plaza de armas, antes que a este zángano hediondo a flaño. A tus amigos no les puedes mentir, menos de esa manera. Con esas cosas no se juega, menos con algo que tenga relación con el fútbol, porque claro, el fútbol es sagrado y como tal se le debe respeto. Menos con Pelé, con el Rey no se juega.

Ahora, si el asunto, por alguna de esas cosas, era verdad, Maldonado habría ocultado a sus amigos un documento digno de ser compartido, lo cual lo convertía en un egoísta descarado. Además, si todo era cierto, el pelotudo de Maldonado se habría titulado de imbécil, y con honores. Un recuerdo así no se merece ver pasar los años mientras se arruga o se llena de manchas. Cosas como esas merecen estar enmarcadas, vestidas de gala para reírse del paso del tiempo.

Esa noche Maldonado estaba siendo un mal amigo.

- ¿Qué acaso nunca les conté de la vez que vi a Pelé entrenando en el Nacional? Bueno, el cuento es el siguiente. Después del mundial el 62 vino a jugar con el Santos un cuadrangular durante un verano. Jugó también el Colo, Checoslovaquia y un equipo argentino, no se sí fue Central o Estudiantes. Ah claro, ahora que me acuerdo fue Rosario, también vi ese partido contra el Colo, ganamos apenas a los canallas.

Como les decía, estaba en Chile el Santos de Pelé, y todos vueltos locos huevón. Con mis amigos, los que jugábamos a la pelota, no lo podiamos creer viejo, fue tanto así que decidimos hacer lo imposible por ver a Pelé. Nos colamos en todos los partidos, pero había que hacer algo más, no era suficiente con verlo desde la galería, nosotros queríamos tocarlo, saludarlo, en fin.

Así fue como buscamos un escondite dentro del estadio. La idea era esperar ahí hasta que Pelé terminara el entrenamiento, entonces apenas lo viéramos caminar hacia los camarines, tendríamos que salir nosotros y saludarlo.

El escondite era genial, estábamos con el “cacha mal hecha”, y nadie nos vio llegar ni nadad eso. Me acuerdo que llegamos como a las ocho de la mañana, y ya eran como las tres de la tarde y nosotros esperando a que el entrenamiento terminara. En eso, al lado de nuestro escondite vemos que se asoman los pies de un paco. Nosotros estábamos boca abajo, y lo único que podíamos ver eran los pies de la gente. Hasta que en una de esas los pantalones del paco caen sobre sus tobillos, todo acompañado por un gutural sonido estomacal, y el “cacha mal hecha” gritó a todo chancho “Huevón, el paco está cagando”. No se como cresta pero el paco se subió los pantalones, y en dos segundos ya estábamos arrancando del lumazo.

Aquí viene lo importante cabros, porque cuando arrancaba del paco, entre gritos y pataletas choqué con las piernas del mismo Pelé. El huevón éste me tomó en brazos y me subió a sus hombros. De ahí me acuerdo que toda la gente se acercaba y aplaudía, también me acuerdo que el paco pescó a mi amigo y lo zamarreó del pelo, y claro, habían periodistas y fotógrafos que se agolpaban para tomar fotos.

Pero lo que se me quedó grabado a fuego, fue que mientras me llevaba en andas hacia los camarines, Pelé me gritaba : “Cacarea, cacarea canariño”

Uno de los fotógrafos me regaló ésta foto, y acá está, mi foto con Pelé, ¿Qué les parece?

Con Martínez nos quedamos en silencio. Tomamos nuestra cerveza, miramos nuevamente la foto, como tratando de digerir la historia de Maldonado. Era demasiado perfecta para ser cierta. A nadie en el mundo le puede pasar algo como eso. Parecía más alguna historia de películas, o de cuentos o novelas, era demasiado hermosa para ser de al vida real.

- Qué lo parió a este huevón ah! Así que con Pelé el perla...parece que recién viniste a cacarear pajarraco mentiroso, un poquito tarde si en todo caso.

Martínez se terminó su cerveza, dejó algo de plata para la cuenta y se fue. Me hizo un gesto de despedida y palmoteó la espalda de Maldonado como diciendo “ si, tienes razón viejo, tu historia con Pelé es cierta”.

Ante el sarcasmo, Maldonado espero que Martínez se fuera del bar, y entonces me reveló el secreto completo.

Fue ahí donde quedé de una pieza. Maldonado me mostró el reverso de la foto, donde lucía la firma de Pelé, la fecha (26 de Noviembre de 1963), y una pequeña dedicatoria. Lo único que pude leer fue algo así como “cacarea, cacarea”.

¡¡¡Qué lo parió a este Maldonado, qué lo parió!!!

HUMILDE HOMENAJE AL NEGRO ROBERTO FONTANARROSA (Q.E.P.D.)

1944-2007.

jueves, 5 de julio de 2007

Lentejas Rellenas.


Ese día, el tema de conversación corrió por cuenta de Martínez. En realidad, más que tema de conversación, fue un speech notable del siempre callado Martínez. Ya era extraño que fueran las doce y media y que Maldonado aún no se pusiera a pelear con algún borracho del bar. Ya nos parecía raro que la mesa coja de siempre no pusiera las incomodidades de siempre. Para coronar aquella extraña noche, Martínez se larga con un monólogo muy bonito.

- Mi viejo era muy divertido. Era de esos tipos que te podían hacer las bromas más pesadas, pero aún así, terminabas riéndote y felicitándolo por la tontera que te dejó en ridículo. Quizás, esa capacidad la sacó de su pega. Por muchos años fue actor. Pero sin mayores estudios, fue de esos que se criaron directamente en las tablas, aprendiendo en cada función, lo que cualquiera demoraría años.

Yo me acuerdo harto de mi viejo, sobre todo en los años en que trabajaba en la tele. Tuvo un programa muchos años. Era un programa infantil, y salía todos los sábados en las tardes. La temática era muy simple, era un programa de concursos sobre conocimientos, y él salía vestido como un académico con un traje negro parecido a una sotana, y un gorrito de esos que salen en las graduaciones gringas.
En más de alguna ocasión él nos llevó como concursantes, a mí a y a mis dos hermanos claro. Lo mejor de todo era que antes de salir al aire se nos acercaba, muy cuidadoso y sin que nadie lo viera, nos daba las respuesta de las preguntas de ese programa. Luego, salíamos al estudio, él hacía las preguntas, y nosotros contestábamos como si realmente supiéramos.

No entendíamos muy bien porqué se largo con esa historia. Hace un par de semanas Maldonado me comentó que ese mismo día se cumplían 18 años desde el fallecimiento del papá de Martínez. Claro, por eso ese día los ojos le brillaban con la más mínima demostración de afecto. Me acuerdo de haberlo saludado con un abrazo muy efusivo cuando llegó al bar, y de su cara aguantando las lágrimas.

- Además del programa, hacía funciones de teatro infantil los domingos, y nosotros estábamos ahí en primera fila. De vez en cuando, y dependiendo de la función, pedía que se subieran niños a cantar alguna canción. Era una especie de entremedio, un receso entre las obras que daban durante la mañana. Me acuerdo perfecto de ese día. Mi papá estaba disfrazado de pinocho, y sale al escenario ofreciendo dulces y juguetes al niño que se atreviera a cantar alguna canción. Como si no estuviera arreglado, miró a la primera filo y me indicó a mí que subiera a cantar. No recuerdo bien que canté, lo que si no se me va a olvidar nunca, fue la cara de mi papá, que entre el maquillaje del personaje, no podía ocultar su sonrisa, además de alguna lágrima escurridiza que se le escapó. Me llené de premios, y un gran abrazo apretado de pinocho.

De la vida privada de Martínez sabía muy poco. Por ahí Maldonado me comentó que estaba separado hace algunos años, y que era padre de un niño que vivía en Viña. Lo más triste de todo, era que el menor llamaba papá a la pareja de su madre, y de Martínez, no tenía ni el más mínimo recuerdo.

- Ya cuando estaba enfermo, ya casi al final, le tiró una broma de esas que te decía al principio a mi mamá. Ella le preguntó que quería de almuerzo, él, después de pensarlo un rato, la miró y le dijo “quiero lentejas rellenas” Mi mamá es muy inocente, y siempre caía en sus bromas, entonces le dice“¿lentejas rellenas? ¿y con qué?”. Los dolores no fueron impedimento para que mi papá se aguantara la risa y le dijera “lentejas rellenas con sesos de canario”. Se miraron un rato, y se largaron a reír, sobre todo mi papá. No hubo ninguna broma en la cual mi mamá no cayera redondita, la última broma de mi papá no podía ser la excepción. ¿Qué cosa más rara no? "lentejas rellenas con sesos de canario", no, si mi papá era un plato.

Nos reímos. Fue una situación extraña, por que con Maldonado veíamos que los ojos de Martínez de llenaban de lágrimas, pero sus labios apretados lograban contenerlas lo suficiente.

- Creo que dos o tres días después falleció.

Fue curioso, pero de estar todos riéndonos de la broma esa, a los tres pelotudos se les escapó más de alguna lágrima. No sabíamos porqué, pero así fue.

Ahora que lo pienso bien, esa ha sido la noche más extraña en mucho tiempo.

martes, 26 de junio de 2007

Almas Negras F.C.


Cuando Maldonado se emborracha hay dos opciones. La primera, es que se ponga a tirar los vasos a las paredes, gritando garabatos contra la Magdalena, la mina que lo había dejado para irse a estudiar a Italia. En ese escenario, a Martínez y a mí nos corresponde afirmarlo y llevarlo a la casa, procurando que no se haga mierda las manos golpeando el asfalto de la calle o que golpee al primer tipo que se le cruce. La otra opción, un poco menos arrebatada, es que se ponga a recordar su infancia. Por suerte, y lo digo sobre todo pensando en el mobiliario del “Don Tinto” y en mi integridad física, esa ocasión prefirió hablarnos de sus años de niño.

- Todavía recuerdo esa vez que le robamos los palos al cura...

Martínez me miró aliviado, luego siguió incentivando a Maldonado en su relato.

- ¿De qué palos estás hablando Maldonado?

- De los palos que tenía el cura en el patio trasero de la capilla po jetón!!! Los tenía guardados para las reparaciones de la iglesia. Si, todavía me acuerdo. Eran grandes las cuestiones esas. Tenían el porte justo pa construir los arcos que tanto queríamos.

- Ah!!! Los arcos, claro como olvidarlo...

Había que mantener a Maldonado metido en su historia. Un vaso roto más y nos echaban cagando del bar. Había mucha sed esa noche, además de pocas ganas de irse temprano a la casa.

- Si po, esa vez fuimos tres a robárselos. Estaba el “cacha mal hecha”... le decíamos así porque puta que era feo el huevón,...y quien más estaba... aaahhh!!! claro, la Carmen, claro, la Carmencha era la única mina que jugaba a la pelota en todo el barrio huevón. Era buena la tonta, jugaba al arco y se tiraba las medias voladas loco, en serio.

Un pequeño erupto que logró desfigurar el rostro de Maldonado produjo la pausa en el relato, después de reconstruir su expresión siguió hablándonos.

- Ese día fue glorioso huevón. Teníamos una cancha de tierra pa jugar a la pelota, pero le faltaban los arcos huevón!!! Cómo cresta ibamos a jugar bien a la pelota si no habían arcos!!! Por eso decidimos pelárselos al cura. Y ahora que acuerdo, era Domingo, así que más gloriosa fue la cuestión. Aprovechando que estaban todos en misa, nos pasamos al patio trasero de la capilla, pescamos los palos y los pasamos sobre la reja de alambres. La mala cuea fue que el “cacha mal hecha” pasó a llevar unas planchas de zinc, la hueá es que el ruido que hicieron hizo que todos salieran de la misa huevón...

Con Martínez nos mirábamos, rogando que no se le cruzara la Magdalena por la cabeza. Por suerte esa noche andaba cargado a la nostalgia sana el Maldonado.

- Flaco, hubieras visto la cara del cura cuando cachó que estábamos arrancándonos con los palos. “Dejen esas cosas ahí!!!! Detengan a esos Almas negras!!!!”

La risa por fin se adueñó del rostro de Maldonado. Podíamos estar seguros de que no habrían vasos rotos esa noche.

- Almas negras huevón, así nos dijo el cura...que ridículo...por una travesura no más...y pensar que la iglesia estaba llena de huevones que se cagaban a sus esposas, de tipas dispuesta a vender a su madre por subir de puesto en sus trabajos, de otros huevones que le pegaban a sus hijos, de mierdas que trataban como basura a sus empleados, pasando por encima de sentimientos y dignidad huevón ... y nosotros queríamos jugar a la pelota no más, con arcos decentes eso si...y ese huevón nos dice almas negras, que pelotudo!!!

Hacía tiempo que no le escuchaba algo coherente a Maldonado. A pesar de que estuviera ebrio, hiló ideas bastante interesantes.

- La cueita de los huevones. Después de la misa se confesaban, un padre nuestro, y de vuelta a cagarla. Son una mierda loco... así cualquiera puede mandarse cagás por la vida. ¿No les parece nada más cínico eso de persinarse cuando eres una mierda de persona?

- Si po, como lo hacía el negro Fernández, ¿te acuerdas flaco?

- Claro, Martínez entendió el asunto po flaquito. Así mismo...y el muy pelotudo del cura nos dijo almas negras a nosotros, tres cabros chicos haciendo tonteras no más...

Después de algunos cigarros, le pregunté a Maldonado como resultó su experiencia con el equipo. Se puso a reír y luego dijo.

- Si lo de almas negras lo hubiera dicho por como jugábamos, ahí le encontraría algo de razón. La cosa es que armamos los arcos, hicimos un equipo, y nos metimos a un campeonato de ahí en el barrio. Igual, esperaba más del equipo. La carmencha era la única que jugaba sin golpear a los rivales, el resto de los huevones se dedicaban a pegar puras patadas huevón, entre esos también estaba yo. Resulta que en el primer partido que jugamos, nos tocó con unos huevoncitos hijitos de papá, tenían sus camisetitas planchaditas huevón, cuando se ha visto tamaña mariconada en una cancha de fútbol...bueno, para resumirles el cuento, a los diez minutos de partido, el “cacha mal hecha” se tiró una barrida mortal a espaldas de un contrario. Lo tomó de los tobillos con el vuelo, y el pendejo se saca la mierda en el suelo, cayó con toda la nuca en la cancha. Entonces mi compadre se lleva la pelota, y aprovechando que estaba todos reclamando, pegó un zapatazo desde como 20 metros, y metió un golazo. Cuando salimos a celebrar el tanto, se acercó el capitán de estos huevones y le dice a mi amigo “déjate de celebrar alacalufe culiao, te vamos a sacar la chucha!!!”. Creo que no he visto mejor combo en el hocico que esa vez. Mi amigo se acerca, y con el impulso de una carrera corta, le vuela las dos paletas de la boca al otro pendejo. Ufff, después de eso todo fue combos, patadas en la cara, escupos con sangre, piedrazos, cabezos en las narices, patadas en el cuello, patadas en los testículos...si hasta la carmencha se metió a pegar cornetes...fue de antología cabros...

- Y el partido, ¿quién lo ganó?

- Nadie po Martínez. Si hasta el árbitro salio con los zapatos marcados en la frente. El partido terminó sin ganador. Lo que si sepultó nuestras esperanzas. Después de eso nos echaron del campeonato.

- Y no era para menos, después de esa...

Entretenida la historia de Maldonado. Parece que le hacía bien emborracharse en ese tono, sin acordarse de sus historias amorosas frustradas. A pesar de eso, el tipo se quedó dormido igual sobre la mesa, y con Martínez lo llevamos en calidad de bulto a un taxi. Al menos no tuvimos que pagar los vasos rotos.

viernes, 22 de junio de 2007

Derby Day.


Maldonado llegó envalentonado, exaltado, excitado, furibundo. Llegó como siempre. Con Martínez jugábamos dominó, claro, hasta que Maldonado arrojó el diario a la mesa tirando nuestras fichas al suelo y poniendo fin a nuestro partido.

- Que van a querer, ¿Parrillada o Comida china?

Ambos arrojamos una mirada a Maldonado con ganas de arrancarle los ojos. Al parecer se dio cuenta que fue algo inoportuna su entrada, nos miraba como esperando un combo. Con Martínez nos hubiéramos peleado para cumplir esa profecía.

- Miren, está marcadita la página. ¿La ven?

Atiné a mirar la página que nos decía Maldonado. En eso Martínez me quitó el diario.

- ¿Y esto? Me vas a decir que por esta cuestión botaste mi juego!!!

- Viejo, a las cinco y media corren el Derby, y tengo un dato fijo. Si nos apuramos alcanzamos a llegar. Por lo menos ocho veces lo apostado, ¿que me dicen?

Ahora la mirada de Maldonado esperaba que le dijéramos que sí. Sin embargo, Martínez no se mostraba muy convencido.

- Que quieres que te diga....

- Mira cada uno pone cinco lucas podemos ganar hasta 120 lucas huevón!!!

Martínez fijó su mirada hacia los baños. Después de un breve lapso mi miró y dijó.

- Que sean diez cada uno. ¿Te parece flaco?

No me quedaba otra, tuve que hurgar en mi billetera y sacar las últimas diez lucas que tenía de ahí a fin de mes.

Maldonado me las arrebató de la mano como si fuera un lanza condecorado, de ahí recibió las de Martínez y se las echó al bolsillo.

- Ya pues, decídanse, parrillada o comida china, porque el dato es fijo y la comilona también cabros. Miren, ahí mismo sale la foto del caballo.

Era un pedazo de animal. El monstruo ese pesaba mas de 500 kilos, tenía una estampa brillante, y el pelaje negro del desgraciado parecía más un paño de la mejor mesa de pool de Santiago. Sin duda era un buen dato, al menos por pinta no se quedaba.

Cuando Martínez vio la foto se sintió ganador de inmediato, y sin poder cerrar los ojos dijo:

- Parrillada po viejo, está diciendo no!!!.

- Ya pues, vámonos entonces, van a ser las cinco y esta cuestión es en media hora más.

Salimos raudos del bar, como los mismos caballos que en media hora más iban a salir del partidor buscando llegar primero a la meta. Lo hacíamos con ganas de cambiar un poco de ambiente esa noche, de vez en cuando no estaba mal cambiar el humo del bar por el apetitoso aroma de la carne asada.

A las cinco y veinte llegamos al Teletrack. En la sucursal ya no cabía nadie más. Todavía no comprendo como pudimos hacernos un espacio dentro del local y llegar hasta la ventanilla para apostar las treinta lucas que habíamos acordado. Maldonado guardó el boleto en su bolsillo, no sin antes darle un beso algo exagerado.

- Ya cabros, estamos listos, vamos a ver la carrera.

En la pantalla se veía el hipódromo repleto, con carpas en el patio central, los palcos llenos hasta las banderas y las largas filas de apostadores repletando las boleterías.

Pasaron los diez minutos como si fueran dos, los caballos ya estaban dentro del partidor, y nosotros aferrándonos a ganar una cena para comer como cerdos.

- ¡¡¡Paaaaaaaaaaaartiieeeeeeerooooooon!!!

Al tradicional grito del locutor lo siguió un grito desagarrador de todo el Teletrack, parecía que todos estaban haciendo fuerza para empujar un poco al caballo de sus apuestas.

- ¡¡¡Ahí va huevón, ahí va, va primero huevón, va primero!!!

Maldonado nos tenía agarrados de los brazos y saltaba sin despegar los ojos de la pantalla. Con Martínez poco a poco pegábamos los ojos en la carrera, y poco a poco nos iban consumiendo las ganas para que terminara todo con nuestro caballo llegando primero a la meta.

La carrera tenía que durar aproximadamente dos minutos, tiempo en que se cubrían los 2400 metros de la competencia. Ya cuando llevaban 1900 recorridos, y nuestro caballo seguía primero, la adrenalina ya nos había capturado. De pronto me encontré gritando y saltando con Martínez y Maldonado como se estuviera loco. El caballo seguía primero, lo seguía uno de cerca pero todavía no lo pasaba. Iban casi pegados, mostrándose los dientes con furia, recibiendo fustazos endiablados de sus jinetes. Nosotros saltando y gritando, y chasqueando los dedos imitando esos latigazos que buscaban devorar la pista y llegar a la meta.

Tierra derecha, y vamos primeros todavía. Ahora la pelea es más cerrada, van cabeza a cabeza. Faltan 400 metros, y recién ahí nuestro caballo logra despegarse un poco de su perseguidor. Se fue por los palos. Lo hizo, el desgraciado lo hizo, quedan 200 metros y este huevón va a llegar primero. Se despegó medio cuerpo, la meta, la gloria, la parrillada, las 240 lucas.

- ¡¡¡Ganamos huevón, ganamos!!!

- ¡¡¡Ahhhhh llegó primero ese huevón, ganamos!!!

Nos quedamos abrazados y saltando como locos. No lo podíamos creer, ese condenado caballo que se mató corriendo esos 2400 metros nos había regalado una parrillada y 240 lucas a repartir entre los tres pelotudos.

En pleno éxtasis de la victoria, un imbécil tenía que tomarnos de los tobillos y martillarnos los pies al suelo.

- Mire amigo, están repitiendo la llegada, estuvo cerrada parece.

La imagen fue lo peor que nos podían mostrar. La silueta que se asomaba en la parte baja de la pantalla, se adelantaba por una cabeza a nuestra parrillada y nuestras 240 lucas. Una yegua de mierda había corrido más rápido que todos, y por una puta cabeza nos arrebató el triunfo. La porquería esa había llegado primera, nadie se había fijado que esa basura llegó volando por fuera de la pista para quedarse con las fotos, los abrazos, nuestra parrillada y nuestra plata.

No sabíamos si llorar o pegarle un combo al tipo que nos tiró de hocico al suelo. Nos miramos y no dijimos nada.

A esa hora de la noche quedábamos los tres no más, como siempre. El humo era lo único que nos acompañaba. Los rostros de fracaso estaban hechos con calco, los tres pelotudos con la vista perdida. Por más que quisiéramos cambiar de ambiente, esa yegua de mierda nos arrojó de vuelta a nuestra mesa coja, nuestros cigarros baratos, nuestros vasos sucios y nuestros tragos de siempre. Esa Yegua hija de puta nos quitó de las manos esas 240 lucas, cual lanza condecorado del paseo ahumada, nos quitó de la nariz ese apetitoso aroma a carne asada y nos metió hasta los pulmones el mismo olor a cigarro de siempre

- Salud cabros!!!

Fue un brindis patético. Nos quedamos callados, fumando, tomando y puteándonos, como siempre.

domingo, 17 de junio de 2007

El Negro Fernández.


- Del negro Fernández sabía muy poco. Cuando lo vi por primera vez me pareció un tipo sin mayor relevancia. Un tipo chico, de tez morena, con un diente de oro que de vez en cuando escupía alguna grosería, anillos en sus manos y una cadena de oro con un crucifijo se asomaba entre los botones abiertos de su camisa color mostaza.

Empezó a relatar entusiasmado Martínez. Recién ahí le tomé atención a sus palabras.

- Como te digo, objetivamente no sabía nada de él. Alguno que otro comentario por ahí, pero en realidad nada tan serio, pero no me acuerdo quien me habló de él. Bueno, no importa.

Encendió un cigarro, como para iniciar la conversación.

- Mmm, ahora que me acuerdo, este huevón no era del Wanderers, era de Quillota, del San Luis de Quillota, el equipo este de donde salió el Pato Yáñez. ¿Lo ubicas?. Bueno, la cosa es que estaba un día acá en el bar y se me acerca un viejo chico pasado a piscola, como me vió fumando me pidió fuego.

“- Amigo, ¿me convida fuego?”

- Puta, le acerqué mi encendedor y el viejo encendió el pucho.

“- Gracias amigo.” En eso pegó una mirada que logró capturar todos los rincones del boliche.

“-Se nota que no hay ninguna minita por ahí. Parece que voy a tener que meterme esta caja por el culo”

- Sin que yo le preguntara nada, y sin mostrarle el menor interés, dejó caer una caja de viagra al lado de mi cenicero.

“- Si supiera amigo. Lo locas que he dejado a las minas con esta cuestioncita. Este no es el milagro del siglo, es el milagro del milenio!!!. El otro día no más. Salí de mi local a eso de las 6, y me fui al pub que está en la plaza de Quillota, porque yo soy de allá, ando de vista no más por Santiago. Y como usted sabrá, está lleno de minitas jovencitas, de su edad más o menos, y así todas arregladitas y bien vestiditas y toda esa cuestión. Usted pensará que ni cagando van a pescar a un viejo como yo.

Bueno, el secreto está en esta cajita. Usted se toma la mitad de una pastilla como media hora antes de, ah?, y si lo mezcla con un poquito de copete mejor, así va a sentir como se le sube un calor hasta las orejas, y basta con que le muevan un poquito no más el trasero, y la minita no se salva.”

- Flaco, no podía creer lo que estaba escuchando. Este viejo me estaba dando una cátedra de la decadencia masculina, y todo por que encendió un cigarro y se largo a hablar.

“- Y claro, ya cuando le estay dando a la minita no te quiere soltar po. Y lo mejor de todo es que después entre ellas mismas se pasan el dato cachai, así te vay haciendo de una fama con las minas. Y mírame, así y todo, negro, chico y feo me he agarrao a las minas mas ricas. Incluso, una vez mi hijo, que debe tener como tres años menos que tu, se estaba comiendo a una minita bonita huevón, si hasta le decían la Bolocco, era así rubiecita y blanquita. El huevón este no creía que me puedo agarrar minas como esa, así que un día salimos a tomar algo por ahí los dos, y apenas entré al pub de allá de Quillota, se me acercó una morenaza huevón, oh!! , si todavía me acuerdo la cara de este cabro así pa entro, no lo podía creer...”

- Entonces ahí le sonó el celular, el loco contestó mientras sacaba otro cigarro de la cajetilla.

“- No mijita, si hoy no llego. Tengo pega todavía acá en Santiago, claro, tengo que visitar a tres automotoras todavía, recién ahí me voy. Pasado mañana mijita, ya, pasado mañana nos vemos, chaito. Puta amigo, mi señora que me llama a cada rato. No se queda tranquila aunque le diga que vine por pega. Resulta que yo vendo autos allá en Quillota, y acá hay tipos que me los venden más baratos. Después les saco el doble allá, si total son más huevones los que compran. Las cagas de autos vienen malas, y no se dan ni cuenta cuando los compran, son muy huevones.”

- Flaco es que esa wea no la podía creer. Pero espérate, si la cosa no termina ahí.

Martínez se entusiasmaba cada vez más con su historia. Yo sólo atinaba a escucharlo mientras trataba de arreglar la cojera de la mesa. Se notaba tan apasionado, creo que muy pocas veces alguien lo escuchaba de manera tan atenta. Al menos así lo creía él.

“- Por mi negocio conozco a casi toda la gente de la zona. Mucha gente de plata, muy importantes con sus empresas de chirimoya, naranjas y esas cosas. Así fue como por el año 89, cuando cachábamos que se venían las elecciones y toda esa paja, se me acercó un empresario que era delegado de un partido político nuevo, y me ofreció ser candidato a Alcalde de Quillota. Puta yo lo pensé unos días, hasta que le dije que si. Si con toda la gente que conocía demás podría haber ganado.

Había un puro problema, resulta que yo no había terminado cuarto medio. No quedó otra que falsificar una licencia y presentarla cuando inscribí la candidatura.

Puta si iba todo re bien, hasta que el otro candidato se dio cuenta del chirimoyo este y me mandó a su abogado. Cuando el tipo ese me dijo que por falsificar instrumento público había cárcel entremedio dije que no, ya no. Me retiré de la cuestión no más, eran cinco años y un día por lo bajo por amigo, no ni cagando.”

- Entonces el negro Fernández se tomó su piscola al seco, y como reflexionando me dijo esto, escucha bien flaco, te vay a cagar de la risa.

“- Sabe que amigo, menos mal que me pasó eso. Fue como un aviso de mi flaquito (ahí besó su crucifijo dorado). Yo no me imagino en política, es un ambiente tan sucio, tantas influencias, tantos rumores por las espaldas, no hay valores, no hay moral para nada, para nada amigo. No amigo, la política no va conmigo.”

- Flaco, no me podía aguantar más la risa. El huevón era muy care raja!!! Pero aún así fue notable. Después de un rato, me miró y me ofreció un cigarro.

“- ¿Un cigarrito amigo?”
- Claro que lo acepté, imagínate todo lo que me soltó con un sólo cigarro. “Cómo no amigo, como no” le dije palmoteándole la espalda. Era como un agradecimiento a todo lo que me contó.

En eso llegó Maldonado, puteando los baños y peleando con un tipo que a la pasada le derramó un poco de vodka naranja en su pantalón.

- ¡¡¡Más encima tomando traguitos de mina el huevón!!! Sale de aquí oh...Y ustedes en qué están. Parecen mariconcitos los huevones sentados solos en una mesa, coja más encima la porquería esta.

- Le estaba contando sobre el negro Fernández, ¿tú lo conoces cierto?

- Si, una vez tuve que ir a Quillota, y me lo topé en la cancha de San Luis. El viejo ese estaba aprovechando el partido pa repartir panfletos de su local de autos.

- ¿Y que hacías en Quillota?

- Fue algo de trabajo, nada importante. Si yo te comenté las historias de ese viejo, ¿no te acuerdas?

- Ah verdad, tu me habías contado.

Nos quedamos callados un rato. Con ganas de romper el hielo, Martínez nos miró y dijo:

- ¿Un cigarrito cabros?.

Nos acercó su cajetilla, se venían más temas de conversación.

jueves, 14 de junio de 2007

La mufa del viejo.


La mesa del bar estaba coja, como siempre. El cartel de la entrada lucía su iluminación a medias. El "Don Tinto" que debía destacarse por completo, sólo tenía prendidas algo así como un "D_n T_ nt_ ". Pero no importaba, con que una de esas luces estuviera funcionando era posible ubicar la entrada al local. Sin duda que funcionaba como un verdadero farol en medio de la noche.
Esta vez se había puesto rebelde la famosa mesa, no sivió la típica tapa de bebida para estabilizarla, asi es que tuvimos que acostrumbrarnos a su persistente meneo. Algo mínimo para quien va por ahí a tomarse algo, conversar y fumarse algunos cigarros.
Nos sentamos, prendimos los cigarros, pusimos nuestros vasos sobre la mesa, y nos quedamos mirando como se movía el contenido de los vasos. Eso hasta que uno de nosotros tiro el tema al aire. En todo caso era el tema obligado de la noche, era esperable que saliera tarde o temprano.

- No sé ustedes, pero siempre me pregunté cuando sería. Dijo Maldonado con el vaso en sus manos.
- Cuando sería que.
Contestó fruciendo el ceño Martínez.
- Desde que tengo uso de razón sabía de que el tipo este existía, y que algún día moriría.
Muy convencido de sus palabras, tomó un sorbo del vaso y se quedó pensando.
- ¿De qué está hablando este huevón?.
Me preguntó Martínez con el pucho en la boca, buscando explicación. Yo sólo arruge la nariz y levanté las cejas, también empiné el codo.
- Era algo que todo el mundo esperaba, ya sea para celebrar o para llorar. Pocas veces una muerte captura tanto interés, ¿No les parece?
Con Martínez nos miramos, era mejor dejarlo hablar sólo, algo bueno saldría de todo eso.
- Uno siempre se imaginaba el extra de último minuto que anunciara su muerte. El despacho de los enviados especiales, las viejas menopausicas llorando en el barrio alto, la plaza italia llena de jotosos hediondos a navegao y jote gritando y saltando como si estuvieran en la UP ¿no?.
Silencio, humo, mesa coja y ruido de vasos.
-Bueno, yo al menos siempre me pregunté eso. Cuando me llamaron por teléfono para contrme la noticia sólo atiné a responder un "No " desde las entrañas, algo exagerado por cierto. Y claro, lo inesperado nos pilló por sorpresa, finalmente había muerto.
Estaba convencido de que lanzó una frase para el bronce. Su rostro siempre tranquilo, tomó de su vaso y nos fijó la mirada a ambos. Nosotros en silencio.
- ¿No creen que este huevón quiso cagarnos la semana a todos? Como chucha se le ocurre acostarse con terno justo el Domingo anterior a la final de la sudamericana!!!.
Se tomó al seco el vaso, su rostro ya dejaba escapar la rabia contenida.
- Ni huevón iba a salir a la calle!!!, Ni cagando me metía entre esos comunistoides pajeros y esas viejas hediondas a naftalina, yo estaba guardando el ánimo y la garganta para hacerlo a mediados de semana. No estaba en mis planes sacrifiacar la tarde de un Domingo, por muy pajera que fuera, yo quería salir a la calle con una bandera blanca y mi camiseta huevón, mis amigos y una estrella más en la insignia, borracho de euforia...
Silencio, humo, mesa coja y ruido de vasos.
- Pero resulta que el viejo de mierda este escogió el día menos oportuno para irse. Esa semana era de la final. No tenía que haber otra cosa más importante que esa en las noticias. Estaba todo listo y ordenadito para celebrar la copa. Un triunfo huevón, eso que tanto se pide al deporte huevón, estaba ahí, al alcance de la mano....pero el muy pelotudo tenía que morirse esa semana...
Con Martínez ya le tomamos el peso a sus palabras. Parece que las tenía bien guardadas Maldonado. Fuera de nosotros dos no eran muchas las personas que quiseran escucharlo.
- Eso se llama mufa huevón, yeta, mal de ojo...Ese viejo culiao nos cagó...Nos tenía que mufar este huevón. No podía haber algo más importante que él...no, tenía que cagarnos la única final en 15 años que tenía el fútbol chileno.
Con Martínez mirabamos hacia el suelo, al parecer yano era tan interesante o que decía el colérico Maldonado.
- ¿Y así decían que era colocolino el muy desgraciado? Por lo mierdoso tendría que haber sido de la Unión, o de la Católica.
- O del Wanderers.
Irrumpió Martínez.
- Que cresta tiene que ver el Wanderers huevón!!!
- No sé, pero me acordé de un tipo mierdoso y que es del Wanderers.

Maldonado estaba muy enojado. Se descargó con nosotros, y de pasada con la mesa coja, pues cuando terminó de hablar tiró el vaso fuerte a la cubierta, esta tambaleó de allá para acá botando el cenicero que ya acumulaba tres o cuatro colillas. Se levantó de la mesa y se fue al baño gritando cosas como "Era nuestra semana, y el muy desgraciado la mufó"

Martínez me miró y luego dijo.

-¿ A ti te hablé del Negro Fernández? El mierdoso ese del Wanderers, ¿te hablé de él o no?

Le dije que no. Ahí Martínez empezó a hablarme, sin que le tomara mucha atención. Estaba pendiente de la cojera de la mesa y de las palabras de Maldonado.

Puta que cuesta celebrar. Las cosas simples son las que llenan más a los hombres, y hasta el momento no hay nada que llene más que la simpleza del Fútbol...y justo ese viejo de mierda tenía que mufarla!!!
Creo que Maldonado tenía la razón.