viernes, 20 de julio de 2007

Cacarea, Cacarea.


Las historias de Maldonado siempre son algo fantásticas. Sin embargo, la de esa noche sobrepasó todos los límites que se pueden tolerar.

Llegó tarde, como siempre, con ese olor a colonia barata y un cigarro a medio fumar entre los labios. Casi calcada a esa vez en que nos arrojó el diario sobre nuestro partido de dominó, en esta ocasión nos tiró una foto añeja y arrugada sobre nuestros vasos colmados de cerveza.

- Ven esa foto. Miren, reconocen al negro ese de la foto.

Con Martínez miramos de reojo la foto. A pesar de la hora, a pesar de las copas de más y a pesar de que no teníamos muchas ganas de mirar esa cosa, no era muy complicado reconocer que el tipo al que hacía alusión Maldonado era el Rey, Pelé.

- Bueno, si, es Pelé.

- Bien Martínez. ¿Y te fijas que está haciendo?

- Llevando a un niño sobre los hombros.

- Claro, es un niño, ¿Pero te das cuenta quién es?

- mmm, no, la verdad es que no.

Martínez contestó de mala gana y se tomó al seco su vaso de cerveza.

-¡¡¡Soy yo Martínez, el niño de la foto soy yo!!!.

Hay una serie de cosas que entre amigos no se pueden tolerar. Entre esas está el hecho de meterte con la mujer de uno de ellos, negarle el préstamo de dos o tres lucas, arruinar un panorama por que la minita te pone una cara de tres metros, no juntarse a ver un partido importante, en fin, la lista de situaciones que entre amigos no se pueden ni deben tolerar es muy larga. Pues bien, esa noche, Maldonado había atentado en contra de dos de ellas. Por una parte, nos estaba cuenteando con un suceso, que a todas luces, era un burdo fraude. Trataba de sacar partido de una situación fantástica, ilusa, lo que incluso me hacía creerle más a un pastor evangélico de la plaza de armas, antes que a este zángano hediondo a flaño. A tus amigos no les puedes mentir, menos de esa manera. Con esas cosas no se juega, menos con algo que tenga relación con el fútbol, porque claro, el fútbol es sagrado y como tal se le debe respeto. Menos con Pelé, con el Rey no se juega.

Ahora, si el asunto, por alguna de esas cosas, era verdad, Maldonado habría ocultado a sus amigos un documento digno de ser compartido, lo cual lo convertía en un egoísta descarado. Además, si todo era cierto, el pelotudo de Maldonado se habría titulado de imbécil, y con honores. Un recuerdo así no se merece ver pasar los años mientras se arruga o se llena de manchas. Cosas como esas merecen estar enmarcadas, vestidas de gala para reírse del paso del tiempo.

Esa noche Maldonado estaba siendo un mal amigo.

- ¿Qué acaso nunca les conté de la vez que vi a Pelé entrenando en el Nacional? Bueno, el cuento es el siguiente. Después del mundial el 62 vino a jugar con el Santos un cuadrangular durante un verano. Jugó también el Colo, Checoslovaquia y un equipo argentino, no se sí fue Central o Estudiantes. Ah claro, ahora que me acuerdo fue Rosario, también vi ese partido contra el Colo, ganamos apenas a los canallas.

Como les decía, estaba en Chile el Santos de Pelé, y todos vueltos locos huevón. Con mis amigos, los que jugábamos a la pelota, no lo podiamos creer viejo, fue tanto así que decidimos hacer lo imposible por ver a Pelé. Nos colamos en todos los partidos, pero había que hacer algo más, no era suficiente con verlo desde la galería, nosotros queríamos tocarlo, saludarlo, en fin.

Así fue como buscamos un escondite dentro del estadio. La idea era esperar ahí hasta que Pelé terminara el entrenamiento, entonces apenas lo viéramos caminar hacia los camarines, tendríamos que salir nosotros y saludarlo.

El escondite era genial, estábamos con el “cacha mal hecha”, y nadie nos vio llegar ni nadad eso. Me acuerdo que llegamos como a las ocho de la mañana, y ya eran como las tres de la tarde y nosotros esperando a que el entrenamiento terminara. En eso, al lado de nuestro escondite vemos que se asoman los pies de un paco. Nosotros estábamos boca abajo, y lo único que podíamos ver eran los pies de la gente. Hasta que en una de esas los pantalones del paco caen sobre sus tobillos, todo acompañado por un gutural sonido estomacal, y el “cacha mal hecha” gritó a todo chancho “Huevón, el paco está cagando”. No se como cresta pero el paco se subió los pantalones, y en dos segundos ya estábamos arrancando del lumazo.

Aquí viene lo importante cabros, porque cuando arrancaba del paco, entre gritos y pataletas choqué con las piernas del mismo Pelé. El huevón éste me tomó en brazos y me subió a sus hombros. De ahí me acuerdo que toda la gente se acercaba y aplaudía, también me acuerdo que el paco pescó a mi amigo y lo zamarreó del pelo, y claro, habían periodistas y fotógrafos que se agolpaban para tomar fotos.

Pero lo que se me quedó grabado a fuego, fue que mientras me llevaba en andas hacia los camarines, Pelé me gritaba : “Cacarea, cacarea canariño”

Uno de los fotógrafos me regaló ésta foto, y acá está, mi foto con Pelé, ¿Qué les parece?

Con Martínez nos quedamos en silencio. Tomamos nuestra cerveza, miramos nuevamente la foto, como tratando de digerir la historia de Maldonado. Era demasiado perfecta para ser cierta. A nadie en el mundo le puede pasar algo como eso. Parecía más alguna historia de películas, o de cuentos o novelas, era demasiado hermosa para ser de al vida real.

- Qué lo parió a este huevón ah! Así que con Pelé el perla...parece que recién viniste a cacarear pajarraco mentiroso, un poquito tarde si en todo caso.

Martínez se terminó su cerveza, dejó algo de plata para la cuenta y se fue. Me hizo un gesto de despedida y palmoteó la espalda de Maldonado como diciendo “ si, tienes razón viejo, tu historia con Pelé es cierta”.

Ante el sarcasmo, Maldonado espero que Martínez se fuera del bar, y entonces me reveló el secreto completo.

Fue ahí donde quedé de una pieza. Maldonado me mostró el reverso de la foto, donde lucía la firma de Pelé, la fecha (26 de Noviembre de 1963), y una pequeña dedicatoria. Lo único que pude leer fue algo así como “cacarea, cacarea”.

¡¡¡Qué lo parió a este Maldonado, qué lo parió!!!

HUMILDE HOMENAJE AL NEGRO ROBERTO FONTANARROSA (Q.E.P.D.)

1944-2007.

jueves, 5 de julio de 2007

Lentejas Rellenas.


Ese día, el tema de conversación corrió por cuenta de Martínez. En realidad, más que tema de conversación, fue un speech notable del siempre callado Martínez. Ya era extraño que fueran las doce y media y que Maldonado aún no se pusiera a pelear con algún borracho del bar. Ya nos parecía raro que la mesa coja de siempre no pusiera las incomodidades de siempre. Para coronar aquella extraña noche, Martínez se larga con un monólogo muy bonito.

- Mi viejo era muy divertido. Era de esos tipos que te podían hacer las bromas más pesadas, pero aún así, terminabas riéndote y felicitándolo por la tontera que te dejó en ridículo. Quizás, esa capacidad la sacó de su pega. Por muchos años fue actor. Pero sin mayores estudios, fue de esos que se criaron directamente en las tablas, aprendiendo en cada función, lo que cualquiera demoraría años.

Yo me acuerdo harto de mi viejo, sobre todo en los años en que trabajaba en la tele. Tuvo un programa muchos años. Era un programa infantil, y salía todos los sábados en las tardes. La temática era muy simple, era un programa de concursos sobre conocimientos, y él salía vestido como un académico con un traje negro parecido a una sotana, y un gorrito de esos que salen en las graduaciones gringas.
En más de alguna ocasión él nos llevó como concursantes, a mí a y a mis dos hermanos claro. Lo mejor de todo era que antes de salir al aire se nos acercaba, muy cuidadoso y sin que nadie lo viera, nos daba las respuesta de las preguntas de ese programa. Luego, salíamos al estudio, él hacía las preguntas, y nosotros contestábamos como si realmente supiéramos.

No entendíamos muy bien porqué se largo con esa historia. Hace un par de semanas Maldonado me comentó que ese mismo día se cumplían 18 años desde el fallecimiento del papá de Martínez. Claro, por eso ese día los ojos le brillaban con la más mínima demostración de afecto. Me acuerdo de haberlo saludado con un abrazo muy efusivo cuando llegó al bar, y de su cara aguantando las lágrimas.

- Además del programa, hacía funciones de teatro infantil los domingos, y nosotros estábamos ahí en primera fila. De vez en cuando, y dependiendo de la función, pedía que se subieran niños a cantar alguna canción. Era una especie de entremedio, un receso entre las obras que daban durante la mañana. Me acuerdo perfecto de ese día. Mi papá estaba disfrazado de pinocho, y sale al escenario ofreciendo dulces y juguetes al niño que se atreviera a cantar alguna canción. Como si no estuviera arreglado, miró a la primera filo y me indicó a mí que subiera a cantar. No recuerdo bien que canté, lo que si no se me va a olvidar nunca, fue la cara de mi papá, que entre el maquillaje del personaje, no podía ocultar su sonrisa, además de alguna lágrima escurridiza que se le escapó. Me llené de premios, y un gran abrazo apretado de pinocho.

De la vida privada de Martínez sabía muy poco. Por ahí Maldonado me comentó que estaba separado hace algunos años, y que era padre de un niño que vivía en Viña. Lo más triste de todo, era que el menor llamaba papá a la pareja de su madre, y de Martínez, no tenía ni el más mínimo recuerdo.

- Ya cuando estaba enfermo, ya casi al final, le tiró una broma de esas que te decía al principio a mi mamá. Ella le preguntó que quería de almuerzo, él, después de pensarlo un rato, la miró y le dijo “quiero lentejas rellenas” Mi mamá es muy inocente, y siempre caía en sus bromas, entonces le dice“¿lentejas rellenas? ¿y con qué?”. Los dolores no fueron impedimento para que mi papá se aguantara la risa y le dijera “lentejas rellenas con sesos de canario”. Se miraron un rato, y se largaron a reír, sobre todo mi papá. No hubo ninguna broma en la cual mi mamá no cayera redondita, la última broma de mi papá no podía ser la excepción. ¿Qué cosa más rara no? "lentejas rellenas con sesos de canario", no, si mi papá era un plato.

Nos reímos. Fue una situación extraña, por que con Maldonado veíamos que los ojos de Martínez de llenaban de lágrimas, pero sus labios apretados lograban contenerlas lo suficiente.

- Creo que dos o tres días después falleció.

Fue curioso, pero de estar todos riéndonos de la broma esa, a los tres pelotudos se les escapó más de alguna lágrima. No sabíamos porqué, pero así fue.

Ahora que lo pienso bien, esa ha sido la noche más extraña en mucho tiempo.